Hemos repetido muchas veces que una imagen sólo vale mil palabras cuando hemos podido decir al menos mil palabras sobre ella, es decir, cuando la hemos incorporado a nosotros a través del lenguaje verbal que es el verdaderamente nuestro.

Hoy recojo aquí algunas aportaciones que hace al respecto Juan Faerman en su libro Faceboom que ya hemos glosado en otro post.

«Pensar que el valor de una palabra se remite, en el mejor de los casos a 1/1000 de imagen, es por lo menos ingenuo. De ser cierto, todos los libros serían sólo ilustrados, y Guerra y Paz de León Tolstoi, por ejemplo, sería un folleto de unas pocas páginas»

Más bien, al contrario, cuando una película trata de traducir en imágenes la densidad de una historia escrita, generalmente, es como si intentara recoger el agua del mar con las manos: un instrumento muy limitado.

«Si el autor de la frase quiso expresar gráficamente la relevancia y preponderancia de la imagen en una sociedad frívola, superflua y consumista, que nos somete a una tiranía despiadada de lo externo en detrimento de los valores espirituales, entonces podemos acordar que para muchas personas “la imagen lo es todo”»

Quizá no sólo hay una preponderancia hegemónica de la imagen, sino también un vaciamiento del discurso que hace perder valor al texto aligerándolo hasta convertirlo en mera imagen:

«Durante décadas los diferentes discursos (sobre todo algunos como el político o el publicitario…) han sido vaciados de sentido. El vaciamiento del valor de las palabras se demuestra por ejemplo en el hecho de que es común observar en las calles de la ciudad a mujeres con camisetas que dicen make me yours o kiss me u otras conceptualmente similares que permiten suponer que quienes usan esas prendas no quieren que sus propuestas se hagan efectivas, sino que llevan una camiseta con unos dibujos que, casualmente son letras

En cualquier caso, esa desvalorización se da.

«Es un estado de escaso compromiso con los mensajes que nos rodean, un desencanto de las palabras a favor de la imagen o la estética»

La Web es una enorme biblioteca desordenada –como dijo Umberto Eco-, pero sobre todo un inmenso fichero de imágenes sobreabundando de superficialidad. Pero puede ser un tesoro de palabras:

«No se trata de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor sino de señalar la oportunidad extraordinaria que nos brinda la Web para intercambiar experiencias y revalidar la comunicación. Dándole el lugar que se merece, llenándola de contenido y aprovechando el inmenso poder que todos podríamos ostentar, si tan sólo pensáramos en otorgarle valor a nuestra palabra».

Coda: cada mes se publican  en la red 2000 millones de fotos y 14 millones de vídeos.